En la sociedad actual, donde la salud sigue siendo una de las mayores preocupaciones, las enfermedades cardiovasculares se siguen consolidando como la principal causa de las muertes en este país.
Realizar ejercicio y comer de una forma saludable se ha convertido en aliados en la prevención de cualquier tipo de dolencia cardíaca. La dieta mediterránea ofrece multitud de oportunidades para llevar a cabo una alimentación completa y equilibrada. Dentro de esa dieta ideal, no puede faltar un buen vino, especialmente, un vino tinto.
El porqué de los numerosos beneficios del vino está ligado a los taninos. Los taninos, presentes en la piel de la uva durante la maceración, confieren al vino tinto su color, textura y sabor, al mismo tiempo que le aportan propiedades que protegen las paredes venosas o articulares del organismo, previenen la hipertensión y tienen un potente efecto antioxidante, que previene el envejecimiento celular. Diversos estudios han señalado también el importante papel que juegan los taninos presentes en el vino en la prevención de algunos tipos de cáncer.
Sin embargo, no son los taninos los únicos compuestos del vino tinto buenos para la salud. Los hollejos de la uva contienen un amplio rango de compuestos fenólicos: ácidos fenólicos, flavonoides y resveratrol cuyas propiedades evitan la oxidación de las lipoproteínas – del colesterol “bueno” – y estimulan las enzimas celulares que regulan el envejecimiento de los órganos vivos. Y, además, no nos podemos olvidar que el vino aporta al organismo también minerales y oligoelementos como el magnesio, zinc, litio, calcio y potasio que ayudan al sistema nervioso, mejoran las defensas y protegen los huesos.
Eso sí, lo más importante es que, al tomar vino, como en casi todo, la moderación es un rasgo fundamental.